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agosto 01, 2020

XXI

Me tomé unos días de descanso a pesar de que Jiménez necesitaba una respuesta para el intendente. Se me cruzó por la cabeza “bajar” al tipo, pero eso me pondría en el foco de atención y, por otro lado, vendría otro y otro y otro. Todos con la misma idea de que sólo los políticos “deben” solucionar los problemas de la gente. Dejé a Julián al mando y me fui a esquiar al sur, al mejor hotel. Quería no pensar en el tema y relajarme, pero iba a ser complicado. A pesar de mi amargura, puse una sonrisa perenne en mi cara. El ambiente era entretenido, incluso me encontré con algunos conocidos que se empeñaban en paliar mi soledad. Casi lo logran durante las noches de copas, baile y alguna chica bonita bajo mis sábanas, pero la solución no me iluminaba. Volví como me fui, aunque tostado por el sol sobre la nieve. Jiménez me había llamado a diario y hasta visitó a Julián en busca de respuestas. El intendente y Martínez estaban ansiosos por conocer mi decisión. –No tengo respuesta para darte, no voy a cambiar nada por el momento. –Pero, Joaquín, no seamos tontos, te conviene tener al tipo de tu lado. –¿Sabés lo que pasaría si desarmo la empresa? Imaginate, hasta vos te quedás sin laburo porque de un día para otro se va a llenar la ciudad de chorros. –Tené en cuenta en que el gobierno hace la “vista gorda” con las calcomanías y los prendedores, lógicamente pretenden algo a cambio. –¿Te parece poco la seguridad? –Eso está bien, pero te van a bajar. –Y a vos también. A ver si pensás un poco en vos y en tu carrera en lugar de ser un “mandadero” –Escuchame, son mis jefes y debo responder, ¿Qué querés que haga? –Yo pensé que con tus ascensos te ibas a avivar un poco. No sólo no entendiste la función que cumplimos, sino que no tenés una base sólida que te sostenga si yo me voy. –¿Dónde te vas a ir? –A ningún lado, es una forma de decir. Sabés, Jiménez, tengo la cabeza que me explota, decile al “forro” del intendente que la seguridad va a seguir, pero también en los partidos vecinos y en todos los que controlamos; si no le gusta, que hable conmigo y lo solucionamos como hombres. Espero que el tipo tenga cabeza. –Yo le digo. Te noto enojado conmigo, no te calentés, Joaquín, las cosas van a ser como antes. –Nunca las cosas son como antes, si fuera así no estaría acá, yo quiero que siempre las cosas sean distintas. Ah, si querés, decile a Martínez, que yo no recibo órdenes. –Ya sabe, no te preocupes. A los dos días me llamó Martínez y me citó en la bailanta. No acepté y lo obligué a venir a reunirse a la Villa, y solo. Lo recibí en la ofi cina y lo invité a sentarse. Estaba incómodo, era un hombre acostumbrado al poder y no soportaba perder la posición dominante. En ese momento yo la tenía. –Tranquilo, Martínez, no te va a pasar nada, estás en el lugar más seguro de la ciudad. –Tenés todo muy bonito, no me imaginaba que tu sede fuera así. –Soy un tipo ordenado. Bueno, te escucho. –No quiero repetir las palabras del intendente, pero necesitamos que haya robos en los partidos vecinos. –Mandá a tu gente. –¿Para qué? los tuyos los van reventar. –Si son más vivos, capaz que zafan. –Es una posibilidad, pero muy riesgosa para mí gusto. Supongo que tendrás alguna propuesta en la cabeza. –Si tuviera alguna te habría llamado, y fuiste vos el que llamó. –Tengo quinientas lucas. –Yo también. –Quinientos mil para movilizar un poco nomás los afanos en los partidos vecinos. –¿Me estás tomando el pelo? –Me parece justo. –Si necesitara plata te habrías enterado. La verdad es que supuse que al menos vos entenderías mis objetivos. –En un momento llegué a pensar que lo tuyo era una cruzada por el bienestar general, pero no creo que sea eso. –Vendo un servicio barato y efi caz. ¿Qué más querés? –Que te “bajes del caballo” Estás donde estás porque nos convenía y nos hicimos los ciegos, pero te podemos bajar de un plumazo. –Si te parece tan fácil, hacelo, pero te vas a tener que poner de acuerdo con siete intendentes que quizás no quieran al tuyo de gobernador. –Por suerte no entendés mucho de política. No tengo idea de porqué me caes bien, incluso cuando sos un problema. –Vos me seguís cayendo mal desde siempre. Pero, como ya aclaramos, son negocios. –¿Qué querés? Algo debés querer. –Estoy bien, gracias, Martínez. Quiero que te quede claro que no hay vuelta atrás, no insistas con afanar en los otros partidos, porque no va a pasar. –Estás en problemas, Joaquín. –Hace más de cinco años que elegí estar en problemas, no te preocupes por mí. Desde ya que no quiero una guerra, supongo que van a entender que la seguridad es un bien que no merece desperdiciarse. –¡Te volviste loco! Me voy triste, Joaquín, pensé que íbamos a arreglar las cosas. –El desarreglo es de tu parte, yo no tengo nada que ver. Cuando se fue Martínez y quedé solo, sentí que la cosa se iba a poner fea. Si no pensaba rápido iba a correr muchos riesgos, y estaba cansado. 

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