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agosto 01, 2020

Epílogo

Supongo que me sentía muy solo, por eso marqué el teléfono de mi ex–mujer después de más de dos años. Le dije que estaba cansado y que no veía la salida, me invitó a almorzar. Conversamos todo el día, había mucho para contar, estaba linda, y contenta de verme. Me gustó su departamento “feng shui”, con sus plantas y fuentes de agua, me sentí cómodo y tranquilo. Por varias horas no pensé en el trabajo, afuera todo estaba absolutamente mal, pero dentro de esas paredes reinaba una paz que no tenía ganas de abandonar. Y no lo hice. Las horas pasaron y llegó la noche, fuimos al cine y a comer, volvimos y seguimos conversando hasta que las palabras dieron lugar a los besos y los besos nos llevaron a la cama. El lunes me desperté cerca del mediodía y solo; encendí mi celular. A las diez habían entregado el cuerpo de Pepo, estaba en la funeraria y el velatorio sería a las seis. No tenía ganas de salir del departamento, pero salí y volví a la villa, a mi ofi cina, junto a mis muchachos. Julián quería actuar rápido, darle un golpe a Martínez en algún lado, en realidad quería matarlo, cosa que no iba a ser fácil teniendo en cuenta que el tipo debía estar protegido por todos los costados. Jiménez no me contestaba las llamadas y decidí borrarlo de mis amistades. No podía pensar, estaba totalmente bloqueado. Le pedí a Julián que planeara el contraataque, mas sus ideas no eran potables. De pronto me acordé del Bingo y le comenté a Julián la idea de asaltarlo. Primero se rió, pero después se entusiasmó, considerando que nunca le vendimos el sticker de seguridad. En un rato armamos la movida: Después del funeral de Pepo cruzaríamos la plaza y robaríamos lo que pudiéramos, la plata no importaba mucho, el tema era dejar algunos ojos morados, sembrar pánico entre los clientes y romper varias maquinitas. A las diez de la noche de ese lunes salimos del velorio, yo iba adelante, detrás Julián, Juaco, Pichu y Roque. Afuera del bingo nos esperarían tres autos en marcha. Fue muy rápido, entramos encapuchados y tirando tiros al techo. Saqueamos las cajas de abajo y a los empleados de arriba. Rompimos a balazos el panel de los números del Bingo, diez máquinas tragamonedas, todas las máquinas de ruletas electrónica y las cámaras de seguridad. Por las dudas, cagamos a trompadas a cinco empleados, dos que parecían gerentes y a un cliente que quiso hacerse el héroe. Tres minutos después estábamos camino a la Villa. El botín no fue gran cosa, pero tampoco despreciable. Jiménez me llamaba sin pausa y yo cortaba. Al fi nal accedí. –¡Vos, Jiménez, sos un sorete de mierda, traidor de cuarta, hijo de una gran puta, cagador! –¡Pará, Joaquín!, ¿De qué me hablás? –Me dijiste que me ibas a avisar. Y dejaste que lo mataran a Pepo. –Yo no sabía nada, te juro, ¿Te pensás que me consultan las movidas? Te llamo por lo del Bingo. –¿Qué pasó en el Bingo? –Tu gente lo afanó, están los canales de Televisión, la Federal, el Intendente, todo el mundo. Les diste lo que necesitaban. Te van a caer con artillería pesada. –Mi gente no afana. –Te aviso que en cualquier momento me mandan a buscarte. –¿Tiemblo ahora, o después?– y corté. Dividimos la plata en partes iguales y cada uno se fue a su casa. Nadie vino a buscarnos. Al día siguiente temprano fue el entierro, no éramos muchos. Todo estaba extrañamente tranquilo. Agarré toda mi plata y crucé a Uruguay en avioneta. Alquilé un auto y llegué a Montevideo, donde guardé todo en tres cajas de seguridad. Volví como había ido. Llamé a Julián y a los muchachos, la reunión iba a ser en casa. –Muchachos, esto está tranquilo, pero va a explotar en breve. Pongan la plata en lugares seguros y les recomendaría que se vayan lo más lejos posible por unos días. –¿Y vos, Joaquín? –Yo también me voy, no se todavía adonde, pero voy a desaparecer. No es por cagazo, es que estoy cansado. –¿Y el negocio? –Hay dos opciones: dejarlo como está y que se desarme poco a poco; o que alguno de ustedes se haga cargo hasta que yo vuelva. –Ni ahí, Joaquín, si vos te vas esto se va a la mierda. ¿Cuándo volvés? –En un tiempo, supongo, tengo algunos planes en la cabeza, pero hay que entender los mensajes. Que no nos hayan devuelto el golpe del bingo, es que les conviene que no se sepa nada. Pero el golpe va a llegar, si no nos vamos por las buenas va a ser peor. –¿Y los muchachos? Van a quedar en la lona. –De allí vienen. Igual no se preocupen tanto. Les repito, si se animan a seguir un tiempo sin mí, me parecería muy bueno, pero no puedo exigirles nada. Incluso es mi deber decirles que les conviene volar lo más lejos posible. Le di la mano a uno por uno, estaban desconcertados y no tuvieron poder de reacción. Fue una buena despedida. Me fui al centro y pasé la noche con mi ex. Al poco tiempo me instalé con ella, yo salía poco y me pasaba el día escribiendo. Un mes después me llamó Julián desde Mendoza, estaba por abrir un restaurante; no pensaba volver ni sabía nada de los otros. Estaba esperando su segundo hijo con la China. Jiménez nunca llamó, Martínez tampoco. Creo que se quedaron esperando algo de mí que yo no quise darles. A tres meses de mi renuncia, a mi mujer le surgió un trabajo en Nueva York y no dudó en aceptarlo. Me vine con ella, hace dos años ya, quizás un poco más. Yo escribo, mucho, sin parar, he publicado algunas cosas, pero me da un poco de vergüenza. No pensaba escribir esta historia, no me importaba, ni siquiera leo las noticias de mi país. Hace unos días me llegó un email de Pichu, me contó que el intendente va a ser gobernador y que no se puede salir a la calle sin que te afanen. A Jiménez lo “bajaron” de manera extraña, dice Pichu que no quiso declarar en mi contra; si fue así, me alegro. No nombró a los otros muchachos y eso signifi ca que siguen vivos. Yo combatí la delincuencia sin apoyo político, ni espiritual, ni afectivo, ni con la intención de hacerlo. Ni siquiera con demasiada inteligencia, sólo con sentido común y mucha energía. Pero, una cosa lleva a la otra, y quizás mi función en este mundo no sea social. En este momento creo que es escribir y ocuparme de mi hija. Ya veré más adelante, A veces, siento que necesito un poco de acción. Cruz J. Saubidet® Nueva York, marzo 20 de 2008.  

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