Translate to english

agosto 01, 2020

XVIII

–¡Ni piensen que voy a hacerles de “mucama”!– Se quejó la China. –¿Estamos de acuerdo, muchachos? Los muchachos dijeron “bueno” y Julián arregló el tema económico con la nueva integrante, que se pondría a trabajar en ese momento. Julián no estaba muy convencido, parecía molestarle la incorporación de la China. Cuando le pregunté me esquivó la respuesta. Por las dudas, le dije que el laburo de la China y todo lo referente a ella deberían llegar primero a él. Eso lo tranquilizó un poco, la China iba a ser su empleada y no una especie de socia. –Aparte– le dije– tener una minita en la ofi cina está bueno. Ese día contratamos a “la China”. Una semana después, con la ayuda de Pichu, Josefi na comenzó a trabajar en la “base de datos PLD” (por las dudas). Traía bastante información. Sabíamos con certeza cuando las familias se iban de vacaciones, hacían fi estas, compraban auto y hasta las primeras menstruaciones de las niñas de la casa. Todo se guardaba en la computadora, cada familia por orden alfabético. En realidad, toda esa info no nos servía para mucho, pero era una especie de seguro contra posibles ataques, especialmente de políticos. Un día me encontré con que Julián y la China vivían juntos, y me pareció bien, más aún teniendo en cuenta la panza crecida de mi empleada. Me ofrecieron el padrinazgo del vástago, pero me negué excusando problemas religiosos y mi poca esperanza de vida. Se ofendieron, pero no quería ese tipo de ataduras con mis empleados. Los sábados la China desaparecía, no estaba invitada a las reuniones. En una de ellas, luego de una semana muy productiva, noté aburridos a los muchachos, y como no tenía nada nuevo que decir, les pedí que pensaran en qué hacer con la información que teníamos. Pepo, sugirió afanarles las casas cuando estuvieran de vacaciones; Pichu, cobrarles un extra cuando se fueran, Julián, vender la información a alguna revista. Roque fue el más suspicaz. Imaginó que sería interesante apoderarnos de los documentos y pasaportes sólo por diversión. –Como dijiste con la información, Joaquín, si tenemos los documentos, capaz que un día nos sirven para algo. A los muchachos les encantó la idea, y a mí me pareció muy divertida. Al día siguiente, la China recibió la orden de Julián. Cobraría veinte pesos por DNI y treinta por pasaporte. No pregunté cuánto le pagó la China a las mucamas, pero cada semana traía un interesante número de documentos. Teníamos en un archivo, bien ordenados, más de cien pasaportes, trescientos DNI y setenta cédulas de identidad. No sabíamos para qué servirían, pero poseer eso nos hacía sentir un poco más poderosos. Jiménez me preguntó si sabía algo de las desapariciones y, en tono jocoso, le dije: treinta mil.

No hay comentarios: