Translate to english

agosto 01, 2020

V

Las situaciones vividas, al ser contadas, suelen hacernos tomar el papel de héroe o antihéroe, yo no quiero eso. No me arrepiento de haber tomado las decisiones poco pensadas que tomé, no, no puedo decir que me arrepienta. No considero haberme transformado en más malo ni que la moral me atormentara en algún momento, sólo puedo asegurar que, a partir de esa mañana, fui menos infeliz. No quiero convertirme en un “PowerPoint” reenviado por señora al pedo, pero el ochenta porciento de esas “bostas” dicen que hay que hacer lo que uno quiere y que las metas son imprescindibles para ser feliz. ¿Qué metas tenía yo antes de esa mañana? ¡Pedorras!: Ganar más plata en mi trabajo, vivir tranquilo, comprarme una casa, quizás tener hijos, fumarme un porro con amigos de vez en cuando o escaparme una vez al año por quince días a un lugar lindo. Pero la única verdad, de la que ya no reniego, es que nada me pone más contento y activo, que decidir las acciones de otras personas. Algunos llaman a esto “sed de poder” y lo consideran negativo, yo creo que depende del poder que uno quiera manejar y la exposición que este poder implique. En mi trabajo tenía poder, al fi n de cuentas, como mano derecha del dueño de la empresa decidía sobre más de doscientas personas, pero, mis decisiones se supeditaban a una mayor, que solía salir de un petiso con camisa arrugada. Ese poder no me servía, me “cagaba” en esas doscientas almas y sólo quería, inconscientemente, tener poder sobre el jefe. También es cierto que muchas veces el poder no se mide por las personas a las que uno maneja. Yo había comprobado que una sensación muy gratifi cante era sentir que nadie tuviera poder sobre mí. ¿Tenía yo poder sobre mi jefe ahora que él había perdido el poder sobre mí? ¿Tenía poder sobre los “chorros” ahora que les había perdido el miedo? ¿Tenía poder sobre mis actos considerando que no era capaz de pergeñar un plan a futuro? Creo que en pequeñas dosis, iba ganando un poquito. Y había perdido muchos temores. Llegué al trabajo con quince minutos de retraso, había decidido no ponerme traje solamente para molestar a Roberto justo el día de pago, el de mayor exposición empresarial. No pasé a saludarlo como cada mañana, sólo entré a mi ofi cina, me senté y puse el revólver en el cajón del escritorio, junto a la agenda. En poco más de media hora empezarían a llegar los empleados a cobrar por los servicios prestados. Roberto apareció mientras hablaba por teléfono con mi hermano, con un gesto le pedí que esperara, debió morderse la lengua, peor aún al descubrir por mis comentarios, que mi comunicación no era laboral. –Buen día, Roberto. –Estuve pensando sobre tu actitud de ayer, no le encontré la vuelta, yo sigo siendo el jefe y vos obedecés lo que yo digo. –No hay dudas de eso, no quiero tu puesto ni nada parecido, lo único que necesito, es que no me rompas las bolas, no lo voy a aguantar más. –Yo no te jodo, sólo necesito que trabajes a mi manera. –Creo que trabajo bien, incluso casi no necesito tu presencia en mi función acá. ¿Por qué no te vas de viaje? –Si yo no estoy, se viene todo abajo. –No quiero ni voy a discutir. ¿Qué te hace falta? –Saber todo de cómo viene el día de hoy. ¿Está la plata en el banco? –Por supuesto, incluso podes sacar tres mil sin que eso afecte a las cuentas, si querés “tirame” un poco, quinientos está bien, por mi destreza con los números. –No te hagas el gracioso. –Alguna vez podrías reconocer mis servicios. –Nunca dejé de pagarte. –Bueno, ok, ¿algo más? –Muchas cosas, pero mejor me voy a trabajar, ayer conseguí dos contratos nuevos. –¿Con la “info” que te conseguí? –Y con mis cuerdas vocales. –Entonces dame la mitad. –Estás gracioso hoy, pensás en plata nada más. –¿Hay algo más que plata en los negocios? –Me voy, al mediodía ¿vamos a comer? –Si vos pagás y yo elijo el lugar. –Ya veremos. En dos horas ya había pagado a la mitad de la gente, la tarde se vislumbraba tranquila. Mientras almorzaba con mi jefe en un restaurante, Julián me llamó para confi rmar la reunión con Cholito, según lo planeado. –¿En qué andás? –Del laburo para afuera, nada que quiera contarte. –La verdad, Joaquín, es que me preocupa como estás desde ayer, ¿te pasó algo? –¡Otra vez! “Me hinché las pelotas”, sólo eso. –Mirá que a mí me puede pasar lo mismo. –La diferencia es que a mí no me importa, si te “hinchás las bolas” o te sentís incómodo conmigo: llamá al contador y todo arreglado. Yo no voy a desatender el trabajo, no te preocupes. –Pero a mí no me sirve si no estás al pie del cañón para todo. –Si algo me sobra, es el sentido común para saber cuando algo es importante o no, cuando no lo sea, no cuentes conmigo. –¿Y cómo vas a saber lo que para mí sí es importante? –Después de siete años creo que te conozco. –Llamá al mozo para que nos cobre. –Llamalo vos, yo todavía estoy comiendo.

No hay comentarios: