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agosto 01, 2020

XVII

Mi empresa buscaba la permanente innovación, por eso decidí que era imprescindible incorporar mujeres. Fue difícil, no porque no hubiera chicas dispuestas a delinquir, sino porque pocas de ellas estaban preparadas para pertenecer a una organización compuesta sólo por hombres. A Josefi na la encontré un día de lluvia haciendo dedo en la autopista, al principio pensé que estaba trabajando, pero cuando me acerqué, evidencié que con ese aspecto “rollinga” no tenía posibilidades de vender su cuerpo. Le decían “La China” tal vez por llamarse así o lo que fuera, el caso fue que no pude vencer la tentación de llevarla. –Gracia, loco, me estaba recagando de frío, son todos “una manga de caretas”, nadie levanta a nadie ya en este país, es una mierda. Pero con vos todo bien, sos del palo se ve. –¿De qué palo? –Quiero decir que no sos careta, que no la vas de “forro” y que tirás una mano de vez en cuando. –Parece que sí. ¿Cómo te llamás? –¿Vos no sos el Joaquín, de la villa? Sí ¡Qué loco! Para el Juliancito sos como un Dios. –¿Sos amiga de Julián? –Si, curtimos a veces, pero el chabón labura demasiado, nunca tiene tiempo. Si no fuera del palo pintará para “careta” como Martín, el rubio que tiene al lado. –¿Martín es careta? –Y…, el chabón quiere “pintarla” de villero, pero ni ahí, se le nota que viene de casa de material. Josefi na hablaba mal y mucho, tenía diecisiete años y no era fea. Su “onda” no me resultaba atractiva, pero es posible que para Julián fuera una diosa. Me cayó muy simpática, y ya que iba para la ofi cina, la llevé hasta la villa. –¿Vas al colegio? –A veces, pero no mucho porque debo un montón de materias de tercero y cada vez que voy, los ortivas de los profesores me quieren llenar la cabeza con que estudie y que termine el secundario. Ni ahí, no va eso conmigo, mirá que yo leo mucho y escribo bien. –¿Qué escribís? –Para los otros, muchos pibes no tienen idea de cómo hacer la “o” con un vaso y yo le escribo cartas. A mi mamá le leo las cartas de mi abuela que vive en Formosa y le contesto a la viejita. –¿Fuiste a Formosa? –No, a mi abuela no la conozco, pero le escribí como cien cartas. –¿Cómo conseguís guita? –No tengo un cobre, nunca, ni para el bondi. Pero a veces “empujo” a las “caretitas” de la escuela parroquial, tranqui, hago unos manguitos pero no mucho, las pendejas andan “secas” como yo. –¿Con quién te juntás? –¡Qué se yo! Yo conozco a todos en la villa, y buena onda. Pero más que nada con Julián y los amigos. –¿Qué podrías hacer con nosotros? De laburo, digo. –Puedo ser la secretaria de Julián. ¡Te imaginás! –¡No jodas!, el día que Julián necesite secretaria, yo me jubilo. –Era Joda, ni idea qué puedo hacer. –Pensalo, estoy cansado de que seamos todos hombres. Vos pensás que las chicas son “del palo”; pero “del palo” –Ni ahí, muchas no se bancan que las manden, pero se la bancan. –Pensá en algo y vení a verme, o contale a Julián. Si la idea esta buena le damos para adelante. Igual, sos bienvenida. –Gracias, Joaquín, si me pinta una buena idea te aviso, me bajo acá. No tuve noticias de ella por varios días y le pregunté a Julián si sabía algo. –¡La saqué cagando, Joaquín! Vino diciendo que tenía un proyecto para presentarme y no se qué más, que quería juntarse a charlar con vos. Pensé que me estaba jodiendo. Pero si querés la llamo y le digo que venga. –Que hable con vos, Julián, si te gusta la idea me la comentás el sábado. ¡No tenés que ser tan machista!, fi jate que si no te preguntaba, la pobre mina iba a pensar que yo no tengo palabra. –Tenés razón, es por la falta de costumbre. El sábado siguiente, Julián trajo a “la China” a la reunión. –Hola, China, tenés veinte minutos para convencerme. –No me apurés, Joaquín. Pero todo bien. Mi idea es juntarme con las “domésticas” de los ricos y tener toda la información de las familias. –¿Para qué serviría eso? –Todos dicen que la información es muy importante. Si no te va la idea, todo bien, pero acá en la villa la mayoría de las doñas limpian las casas de los “chabones grosos” y pueden contarnos muchas cosas. –Puede servir. ¿Tenés alguna lista de las casas “grosas”? –No todavía, pero en una semana te la hago, si te va la idea. Capaz haya que pagar un poco a las doñas, pero no creo que mucho. Miré a los muchachos y sus cabezas trabajaban en encontrarle la vuelta al proyecto, yo estaba encantado con la idea, pero necesitaba que mis empleados entendieran la función de toda la información. Pichu miró a “la China” y le sonrió antes de hablar. –¿Sabés manejar la compu? –Más o menos. –Tendrías que cargar todos los datos en alguna parte, vas a tener que aprender. –No hay drama, yo aprendo en seguida. –Me gusta la idea, Joaquín, no se si nos va a servir, pero, como vos decís: Nunca se sabe. El Pichu parecía “Don Pichu”, se había cortado el pelo casi a cero y le asomaba un cepillito colorado de su cabeza. Andaba siempre con camisetas de marca y casi sobrias que dejaban ver en su cuello una cadena de oro grueso que hacía juego con un arete pequeño con forma de árbol dorado en su oreja izquierda. Usaba un bigote corto que le daba un aspecto intelectual que resultaba gracioso y unos RayBan permanentes. Reacio al principio con la tecnología, con el tiempo se había convertido en un fanático del chat. Él compró la cámara Web para la ofi cina y en su casa tenía una Mac que vivía comparando con nuestras “berretas” pcs.

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