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agosto 01, 2020

IX

Al mediodía llamó Julián, todo estaba en orden. Me pasó el teléfono de Martín, el rubio. Se había negado a hablar con otro que no fuera yo, decidí llamarlo mas tarde. No había mucho para hacer en la ofi cina, ni siquiera llamados, así que salí a dar una vuelta. Decidí almorzar en un Buger King cercano para tratar de organizar un poco mi semana. A diferencia de los Mc Donalds, estos restoranes tienen una atmósfera que invita a la meditación, incluso la comida me cae un poco mejor. Con mi bandeja, me senté en un rincón alejado y traté de establecer mis ideas. El golpe de efecto mañanero daría sus frutos, sin embargo necesitaba más demostraciones para ganar la absoluta confi anza, y era probable que eso nunca sucediera. Hice algunas anotaciones, comí y caminé hasta el centro comercial para hacer unas compras. Dos horas más tarde volví a la ofi cina y trabajé hasta un poco antes de las cinco. –¿Cómo fue el día, Julián? –Bien, tomá. –¿No hubo problemas? –No, anduvimos tranquilos, ni siquiera Jiménez hinchó los huevos. A Roque casi lo levanta un patrullero, pero se escondió a tiempo. –Esperame acá diez minutos, ya vengo. Sin entrar a casa, saqué el auto y volví a la plaza a buscar a Julián. Juaco y Pichu subieron atrás. En un semáforo, desde un Renault 18 azul, escuché que alguien me llamaba. Jiménez iba al volante. –Joaquín, ¿Qué sos ahora? ¿Recolector de basura? –¿Qué hacés, Jiménez? son buenos muchachos, estoy haciendo un laburito para la radio y ellos me están ayudando. –Tené cuidado, Joaquín, los conozco bien y no hacen nada gratis. –¿Vos laburás gratis? Decime quién hace cosas gratis que voy a buscarlo. –¿Tomamos un “birra” mañana? –Dale, ¿Laburás en el Concejo? Te paso a buscar a las seis y media. –Mejor nos vemos en el bar de enfrente, mañana laburo hasta las dos. –Listo, papi, saludos a la patrona. Despacio, entramos a la Villa, estacioné atrás del bar y busqué un par de cervezas mientras los muchachos entraban a la ofi cina. Pedí un sándwich de milanesa y me senté a disfrutarlo. –Joaquín, te aviso que Jiménez no “muy gente” –No te preocupes, Julián, a Jiménez lo vamos a manejar como queramos. –Si vos lo decís. Igual yo lo prefi ero lejos. –La idea es que no se acerque a ninguno de ustedes. ¿Qué hicieron con los muchachos de esta mañana? –Nada, les pegamos un poco nomás, parecían buenos pibes, estaban medio puestos, así que los dejamos. ¿Vas a llamarlo al rubio? –Por ahora no, ya estamos cubiertos, si lo querés, es tuyo, decile que con el tiempo puede subir, pero por ahora no lo quiero. –Voy a ver, me pareció medio “careta” –¿Cholito tiene teléfono? –Sí, pero no lo presta. –Tenemos que poner una línea acá, y un equipo de música, si no, nos vamos a “cagar de aburrimiento”. –Buena idea, podemo ira comprar uno. – Se entusiasmó Julián. –Yo me encargo, ¿vendrán los muchachos? –Y,… no saben que estamo acá, si querés los mando a buscar. –No, dejalos, nos vamos a juntar los sábados nomás. ¿Vivís con tu familia, Julián? –No, con unos amigos de mi vieja, somo diez. –Por qué no te instalás acá, yo hablo con Cholito. –¡De diez! Me traigo el colchón y ya estoy. Julián estaba emocionado, no se le había cruzado por la cabeza la posibilidad de vivir solo, pero era algo que quería mucho. Le di trescientos pesos para que comprara lo mínimo indispensable: una mesa con sillas, un calentador, una pava y un ventilador. Le prometí una heladerita que tenía en desuso. Me gustaba la idea de que la piecita tomara un poco de vida, por otro lado necesitaba a un Julián incondicional. Al los diez minutos salimos rumbo a la mueblería del tío de Pichu, y por menos de doscientos pesos armamos el juego de muebles. Le pedí a Cholito que me consiguiera la línea de teléfono y que cambiara la cerradura de la pieza, aceptó, a cambio del primer mes de alquiler. Salí sin compañía de la Villa, si iba a estar ahí, debía sentirme seguro, y para sentirme seguro debía demostrarlo. Llegué a casa pasadas las ocho, sin ganas de conversar ni de comer, ni de pensar. El día había sido largo, un poco de tele me hacía falta.

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