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agosto 01, 2020

XVI

Los muchachos prosperaban económicamente, sólo Julián seguía en la Villa, el resto había comprado casa. Todas quedaban cerca, pero en zonas menos necesitadas. Me costó sudor y lágrimas hacerles entender que no ostentaran con la plata. Las casas que compraran, debían estar en barrios de clase media– baja, que tras sus paredes hicieran lo que quisieran, pero el aspecto no debía sobresalir del resto. De mala gana aceptaron, supongo que entendieron que no era bueno mostrar al mundo la prosperidad, porque las envidias siempre son perjudiciales. El más duro fue Pepo, un sábado llegó a la reunión en una 4x4 negra, creo que era Toyota. A pesar de mi insistencia, se negaba a venderla, estaba enamorado de su vehículo, no entraba en razones y quería a su camioneta más que a su fl amante banda de cumbia. Le prohibí entrar a la Villa manejándola y amenazó con llevarse a su gente. Lo cité en mi casa una tardecita, llegó en su camioneta con dos de sus muchachos. Lo dejé entrar a él solo. Nunca había venido a mi casa, solamente Julián tenía acceso. Se sorprendió de la escasez de muebles y lo humilde de mi morada; yo no necesitaba más que un living comedor grande, una cocina y dos dormitorios. –¿Qué contás, Pepo? –Sos miserable, Joaquín, ¿Qué hacés con la guita? –No es tu problema, hace dos años te dije que la plata viene por añadidura, pero no hacemos todo esto sólo por guita. –La guita llegó, ¿Dónde la tenés? –No importa, ¿viste mi auto? –¿Tenés ese autito nomás? Yo pensaba que lo usabas para ir a la Villa nomás. –Es mi único auto, no necesito otro. –¿No te gustan los autos lindos? –Me gustan mucho, pero no los necesito por ahora, dentro de unos años tal vez tenga algo mejor, por ahora mi cabeza va mucho más allá de un auto. ¿Querés un salamín y una cerveza? –Joya. Lo que no entiendo, es que no podamos disfrutar de la plata. –¿Pensaste en irte de vacaciones? A Brasil por ejemplo. –No. –Ahí tenés una forma de disfrutar la guita. Te vas una semana, a un hotel de lujo, con una minita de las tuyas y te tirás diez lucas, no te privás de nada. –Pero ahí no hablan castellano, no voy a entender una mierda. –Entonces andate a México, a Cuba, a Punta Cana, donde se te “cante el culo” –No sé, yo estoy re–caliente con vos, primero ganamos plata y todo bien, después me compro una camionetita y todo mal. –Mejor para vos que se te pase la calentura, no creas que tengo tiempo para lidiar con boludeces, hace dos años no tenías un mango, ni gente a cargo, ni siquiera pensabas en la posibilidad de tener lo que tenés hoy. ¿Me equivoco? –No, es verdá. –Aceptaste trabajar para mí, ¿te obligué? –Ni ahí, yo acepté, con el pobre Guille y Roque. –Tampoco te voy a obligar a que te quedes. Pero no pienses que te voy a dejar laburar en alguna de las zonas que manejamos. Te vas a tener que ir bien lejos. Vas a perder a la mitad de tus muchachos que se van a quedar conmigo. –Eso no sabés, mis muchachos son de fi erro. –Vos eras de fi erro, y acá estás, queriendo abrirte, por una pavada. –No es una pavada, los muchachos… –¿Qué dicen los muchachos? –Nada, dicen que si quiero la camioneta que me la quede. –¿Alguno tiene un auto de lujo? –No, pero querrían tener y no se animan. –La diferencia es que entendieron el porqué, vos no lo querés entender y yo ya me cansé de discutir. Ya sabés las opciones, si te querés ir, andate. Si te querés quedar, quedate sin la camioneta. Yo te prometo que esta charla va a quedar entre nosotros. –¿No me vas a hacer bajar? –¡Estás en pedo! Somos socios, Pepo. –Voy a pensarlo. –Tenés hasta el sábado, si no venís a la reunión todo va a quedar claro. Ahora tengo que salir, llevame hasta la plaza. –¿Querés manejar? –No gracias, manejá vos nomás. El sábado siguiente llegó Pepo a bordo de un Renault 21. No hablamos nunca más del tema ni lo comenté con los muchachos. Con el tiempo, me enteré que no había vendido la camioneta, sólo se la había dado a un primo para que se la cuidara. Casi todos los domingos viajaba y disfrutaba de su vehículo.

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